
Carrera Santurce a Bilbao.
Poco más de quince kilómetros para ir entrando en dinámica en una carrera a la que tenia muchas ganas por paisajes conocidos y muy reconocidos. Del pasado y del presente.
Como ya vamos cogiendo la forma en este cuerpo casi extraño de más de cincuenta y las ganas van otra vez llegando, pues nada mejor que una carrera siempre esquiva pero que este año se ponía de cara. Con distancias entrenadas y esta vez en la mejor compañía, es hora de volver a coger dorsales para hacer kilómetros y en este caso por calles, paseos y espacios muy reconocibles que quizás en otro tiempo me hubieran traído recuerdos y nostalgias pero esta vez incluso sonrisas. El pasado ahí quedo y solo queda disfrutarlo y apurar los abrazos presentes.
En esta ocasión incluso me tocaba correr acompañado. Habituado a mi habitual soledad, quizás iluminadora…, esta vez que mejor que hacerlo en grupo. No porque vaya a acostumbrarme, sino porque en ocasiones la soledad entorpece momentos y pasos.
De aquella canción, hace años se tomo la iniciativa de hacer una carrera, desde Santurce a Bilbao por toda la orilla, no literal, que con el tiempo se ha consolidado como una prueba donde diferentes participantes buscan tiempos y otros, como siempre, buscamos emociones.
Tan vinculada al entorno viene esta carrera, que ya desde una hora antes cogemos un tren que nos acerca desde Bilbao a Santurce. En sentido inverso al de la distancia a correr, esta vez, cientos de participantes nos vamos al punto de salida.
Al mal tiempo de esta mañana, incluso quienes venimos desde Vitoria hemos tenido que cruzar, literal, paisajes nevados, este paseo en tren supone por unos minutos, calor y confort. Una vez ya en carrera y en algunos momentos, los cielos cargaran con lluvia sin tregua para devolvernos a la realidad. No obstante, momentos estos de descanso para además ir concentrados y mentalizados.
Ya en Santurce y una vez el rato de espera trascurrido, los segundo previos a comenzar a correr discurren entre ese rock and roll, que hoy expresamente he preparado para que me acompañe. Cada vez si cabe, los sonidos me abstraen, incluso me concentran, en momentos de rutina y de acciones monótonas. Igual me sirve para entrenar, carreras, horas de aeropuerto o de aspiradora. Y aquí, hay himnos de hace muchos años que no envejecen y nada, en este entorno. Eskorbuto.
Desde santurce a bilbao
Vengo por toda la orilla
Somos ratas en bizkaia
Somos ratas contaminadas
Y vivimos en un pueblo
Que naufraga, que naufraga, fraga, fraga
fraga, naufraga.
Y ya por Portugalete, una pequeña decepción, no tenia bien estudiado el track, me embarga pues esperaba pasar cerca del puente, tantas veces visto y contemplado y nada ajeno. Sin embargo, la carrera nos lleva por el centro, calles y paseos muy conocidos y disfrutados. Pues las paginas pasadas deben despertar siempre soles, estrellas y sonrisas. Ramoncin
Su cuero negro lleva el nombre de los Clash
Rotten y Vicious ya no tienen a qué jugar
He dejado Putney Bridge atrás
Un viejo se me acercó
Arrascándose la chorra
Por debajo el pantalón
Que había sido picaor
Que me escupiera las manos
Que el pico corre mejor
Y sin más tiempo que perder y ya habituado a la carencia y ritmo adecuado, entramos en Barakaldo. No alcanzo a coger compañía y pasos iguales a mi ritual, así voy cumpliendo tiempos. Además de entrenamientos y otras rutinas por aquí, esta localidad siempre esta en mi vida. Mis dos hijos pequeños nacieron, o mal nacieron por minutos.., aquí y ellos me vinculan siempre. Su identidad dice que son de Vitoria, pero siempre habrán nacido en Baraka. Doctor Deseo.
En brazos de la soledad
vendió su alma al diablo
y tu y yo brindando
por un adiós.
Vamos a engañarnos
y dime mi cielo
que esto va a durar siempre.
Perderme en tus brazos
dulce locura,
tú mi droga más dura.
Como quien no quiere la cosa, ya estamos en Lutxana y al paso del avituallamiento, los ritmos se tensan y debo frenar que me acelero. He perdido por momentos la noción de donde estoy, pero se que no es momento de acelerar, que aún restan metros y como siempre debemos guardar una bala para ese final. Sea el bueno o el equivocado. Betagarri
Cuantos colores hemos vivido,
Cuantos dibujos hemos creado,
Y con los pinceles de mis labios
Todo tu cuerpo entero he pintado.
Sé que nadie entiende lo que digo,
Sé que nadie es verde ni amarillo,
Sé que lo difícil es sencillo,
Dime tú qué puedo hacer contigo.
y por Zorroza, ahora si toca cerca a orillas de la ría. Se identifica la meta y los últimos kilómetros han pasado casi sin darme cuenta. Aparecen los dolores en la rodilla. Quizás malas pisadas, mal calentamiento, el frio, la edad, este cascado cuerpo. Cuando nos acompaña la caja, nos fallan los huesos.
Quería acelerar los últimos kilómetros, verme como estoy. Progresivamente subo ritmos. En los tramos finales no me gusta adelantar, aquel equivocado espiritu quijotesco, y esta vez la sola carencia de fuerza me lleva a ello. Soy inocente.
San Mames, Euskalduna, Guggenheim, Deusto. Emblemas ya de un Bilbao moderno que nos espera. Que gran cambio desde aquellos años donde solo era una nube. Doctor Deseo.
El viejo Sabino toca el culo a Mari Jaia
que con cierto desdén
se ríe y pasa.
Las putas divertidas
ocupan la Gran Vía,
y los banqueros
calientan sus posaderas
junto a una vieja estufa
en los prostíbulos del Arrabal.
Mundo del revés
dónde lo hallara.
Y la meta nos alcanza. y otra vez satisfechos. Vuelta a las carreras, a su ambiente. A los nervios del comienzo y el sosiego del final. Incluso, esta vez el tiempo, solo ha llovido.
Deja un comentario